martes, 22 de diciembre de 2009

TRABAJO

Pocas cosas dignifican tanto a los hombres como el poder llevar el sustento, el bienestar y el crecimiento económico de su familia a través de su propio trabajo.
El trabajo es una condición tan connatural para el hombre, como el nadar es a los peces o el volar a las aves.
Los subsidios en dinero y especies son paliativos que deberían ser usados solo en casos de urgencia, respondiendo a necesidades puntuales. Transformar esa condición en un recurso regular y a largo plazo no sólo despoja al hombre de la dignidad que el trabajo le confiere, sino que lo va sumiendo cada vez más en la pobreza y en la dependencia malsana de un sistema que lo vuelve funcional a las necesidades de apoyo popular de un gobierno.
Se debe tomar una acción decidida a ese respecto. Las alternativas son claras: o se subsidia a las personas, o se destina ese dinero a reactivar la industria que genere puestos de trabajo genuinos.
Hay una innegable globalización del comercio. Argentina debe insertarse en ella produciendo mercadería con calidad de exportación.
Deben darse condiciones de confiabilidad empresaria para que nuevas industrias e inversores encaren proyectos productivos y comerciales que den trabajo a miles de obreros y personal especializado.
La fortaleza de la estabilidad cambiaria debería estar asentada en las balanzas comerciales, sobre todo en las sub balanzas de importaciones y exportaciones, más que en la regulación por parte del Banco Central inyectando o captando dólares de los circuitos financieros.
Frente a esta realidad propongo:
Redireccionar el dinero de subsidios no esenciales a la incentivación industrial con proyectos que garanticen un crecimiento seguro del empleo.
Utilizar parte de esos fondos para propiciar la instalación o reubicación de industrias a lo largo de todo el territorio nacional. Es urgente redistribuir la oferta de oportunidades de trabajos en las provincias, crear efectivos centros regionales de capacitación laboral, garantizar la circulación de la mercadería desde los centros de producción hasta los centros de distribución, como así también a los puertos de salida hacia el exterior.
Revisar los impuestos aduaneros de introducción de materias primas industriales para que, sin afectar la industria nacional, garantice la competitividad de nuestros productos en el mercado internacional.

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